La ONU publicó en 2018 un artículo que afirmaba que el 55% de la población mundial ya vive en áreas urbanas, prediciendo que para 2050 este porcentaje alcanzaría el 68%. Esta tendencia hacia una mayor urbanización conlleva varias implicaciones con respecto a la degradación ambiental y la desigualdad social. Según National Geographic, el crecimiento urbano aumenta la contaminación del aire, pone en peligro las poblaciones de animales, promueve la pérdida de la cubierta arbórea urbana y aumenta la probabilidad de catástrofes ambientales, como las inundaciones repentinas.

Es probable que los riesgos para la salud y los fenómenos catastróficos afecten en mayor medida a las poblaciones más pobres, ya que las ciudades más grandes tienden a presentar tasas más altas de desigualdad económica, y un crecimiento descontrolado tiende a producir distribuciones desiguales del espacio, los servicios y las oportunidades.
Para mitigar estos efectos negativos de la urbanización, los diseñadores y arquitectos están comenzando a priorizar cada vez más la sostenibilidad y la maximización del espacio disponible, permitiendo que más personas ocupen menos espacio con una huella más pequeña.

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