Hasta hace poco más de un siglo, al llegar la noche los cielos eran oscuros y podíamos distinguir los objetos celestes a simple vista, sin embargo, hoy día la luz invade desde los núcleos de población hasta el medio natural borrándonos la visión del cosmos y generándonos una gran variedad efectos adversos en lo se denomina contaminación lumínica.
Cada vez es más evidente como la sociedad, debido a una falta de información y sensibilización sobre esta problemática, ve con orgullo y admiración el despilfarro y enorme gasto económico en iluminación, especialmente en épocas como las fiestas navideñas1. De hecho, se ha empezado a generar el llamado “turismo de luces”, que es el turismo motivado por el desplazamiento a ciudades para ver el alumbrado navideño. A nivel nacional, hay una auténtica lucha por ser la ciudad que más “invierte” en este tipo de alumbrado, como ocurre con las ciudades de Vigo y Madrid. Otros casos también muy patentes de esta cultura de la luz, son los espectáculos de ciudades chinas como Hong Kong o Hangzhou, que realizan unos shows de luces y sonido sobre los rascacielos de estas ciudades, o los famosos festivales de la luz de capitales europeas.
Pero, ¿sabemos realmente lo que es la contaminación lumínica, sus causas y sus consecuencias?
Existen numerosas definiciones del concepto de contaminación lumínica realizadas por entidades y colectivos científicos, así como definiciones recogidas en legislación y manifiestos internacionales. Según la legislación andaluza2, la contaminación lumínica es la emisión de flujo luminoso por fuentes artificiales de luz constituyentes de alumbrado nocturno, con intensidades, direcciones o rangos espectrales innecesarios para la realización de las actividades previstas en la zona alumbrada. Otra definición, de la Oficina Técnica para la Protección del Cielo (OTPC) del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), explica que se trata del brillo o resplandor de luz en el cielo nocturno producido por la reflexión y difusión de luz artificial en los gases y en las partículas del aire por el uso de luminarias inadecuadas y/o excesos de iluminación. El mal apantallamiento de la iluminación de exteriores envía la luz de forma directa hacia el cielo en vez de ser utilizada para iluminar el suelo.
De todas estas y otras definiciones, se extrae la conclusión de que este problema se trata de un uso ineficiente de un recurso, en este caso el de la luz artificial, y principalmente es causado por la luminarias o farolas del alumbrado público. Una forma sencilla de comprobar este hecho es a través de los mapas de contaminación lumínica3 que muestran con imágenes obtenidas de satélites cómo se ve la Tierra de noche iluminada por esta causa.
Varios son los aspectos que caracterizan y provocan la contaminación lumínica y van a determinar el grado de dispersión de la luz en la atmósfera, como son la dirección de la luz, la intensidad, el rango espectral o color de la luz, y otros factores como los horarios de uso y la distribución de los puntos de luz.
En cuanto a la dirección de la luz, este es un factor de mucha relevancia porque es el causante de que la dispersión de la luz en la atmósfera tenga efectos más allá del ámbito local, llegando incluso a cientos de kilómetros del lugar de emisión4. En este sentido, hay que tener en cuenta el llamado Flujo Hemisférico Superior Instalado (FHSi) que es el porcentaje de flujo luminoso emitido por encima del plano horizontal de la luminaria una vez instalada en la vía pública. Su valor debe ser lo más próximo a 0%.
Respecto a la intensidad, un exceso de potencia luminosa provoca efectos de reflexión en el suelo generando un rebote de la luz y emisión de nuevo a la atmosfera, por lo que, aunque la orientación de la luminaria sea la correcta, un exceso de iluminación provocaría el mismo efecto contaminante. El rango espectral o color de la luz es una característica que afecta a la intensidad de la propagación de la misma en la atmósfera, siendo las longitudes de onda más cortas (blanco azuladas) las que más intensamente se propagan, mientras que las longitudes de onda más largas (rojas y anaranjadas) lo hacen menos.
Y finalmente otros factores como la iluminación de lugares donde no son necesaria, la falta de regulación de horarios para esa iluminación y la incorrecta distribución de las luminarias provocando puntos de superposición de iluminación y por tanto un exceso, o puntos de deficiencia de iluminación. Todo ello conlleva una incorrecta gestión de la luz y provoca graves consecuencias.
Entre dichas consecuencias, encontramos las económicas, con datos como que en 2017 España era el país que más gastó en iluminación por habitante5 de la UE, siendo sólo superado por EE.UU. a nivel mundial. El gasto ascendió a más de 1.000 millones anuales en alumbrado público. Suponiendo el derroche que se ha demostrado existe por la incorrecta iluminación, la cantidad de dinero malgastado es enorme y, además, genera una serie de efectos medioambientales derivados de las emisiones de contaminantes para la generación de dicha energía (contaminación atmosférica, cambio climático, etc.). Otro efecto al medioambiente es la alteración del equilibrio de los ecosistemas. Teniendo en cuenta que todos los seres vivos de la Tierra han evolucionado y desarrollado biológicamente adaptándose a unos períodos de día y noche, cuando el ser humano altera estos períodos introduciendo luz artificial durante la noche en la naturaleza, está alterando los ciclos circadianos de estos seres vivos. Así, son números los estudios que demuestran que tanto flora y fauna, como mamíferos voladores y terrestres, aves, anfibios, reptiles, peces, zooplancton, y especialmente los insectos, ven alterados sus ciclos de vida por la presencia de luz durante la noche6.
Pero la salud humana también se ve afectada por este hecho, ya que la exposición durante la noche a la luz, especialmente la luz blanca, altera nuestros reguladores internos de la regeneración celular y el ciclo del sueño, a través de la segregación hormona melatonina7, demostrándose que este hecho constituye un factor de riesgo para padecer algunos tipos de cáncer. Desde el punto de vista de la astronomía, los estudios de esta ciencia son los principales afectados por la contaminación lumínica ya que al invadir la luz la atmósfera, impide la visión de las estrellas y demás cuerpos celestes desde los grandes observatorios astronómicos. Además, la luz blanca y azulada es la más difícil de eliminar mediante el instrumental astronómico por lo que un grave problema para la ciencia.
Otra de las consecuencias es la pérdida del patrimonio natural y cultural que constituye el cielo estrellado. Desde la antigüedad el ser humano ha podido medir el tiempo y establecer un calendario gracias a su conocimiento del cielo nocturno, pudiendo programar las cosechas, orientarse para la navegación y los grandes desplazamientos, avanzando, así como especie. Por lo tanto, poder disfrutar de esta herencia de conocimiento y recreación de nuestros antepasados del cielo nocturno es un derecho de la humanidad como se manifestó en 2007 en la Conferencia Internacional en Defensa de la Calidad del Cielo Nocturno y el Derecho a Observar las Estrellas8. Finalmente, otras consecuencias son la intrusión lumínica en las viviendas, la inseguridad vial por el deslumbramiento a conductores y peatones, los problemas en el tráfico aéreo y marítimo.
Por lo tanto, si sabemos tanto sobre contaminación lumínica, ¿por qué sigue habiendo tanto desconocimiento o falta de sensibilización social al respecto? El primer ámbito en el que surgió la preocupación por la contaminación lumínica, fue en la ciencia astronómica por la dificultad de las observaciones del cielo. Posteriormente ha sido la preocupación por la transparencia política en el gasto del dinero público lo que poco a poco ha hecho que la sociedad se fijara en el derroche de los recursos. Hoy día, cada vez más los problemas ambientales y de salud ciudadana nos preocupan a todos y todas. Aun así, existen muchas creencias arraigadas, defensores y estudios que afirman que un exceso de luz, incluso de luz blanca, es sinónimo seguridad ciudadana y de bienestar y riqueza de una sociedad. Esto es ampliamente rebatido por otros sectores por lo que actualmente no existe un consenso a este respecto. Si bien es cierto que los defensores de la sobreiluminación tienen en cuenta sólo la percepción de la ciudadanía ante la cantidad de luz y su color, y esta a su vez por la falta de información tiende a dejarse llevar por las modas o los intereses económicos de otros sectores. Un ejemplo de esta influencia es una nocticia10 publicada en 2014 que afirmaba que poderío económico y social de un país se ponía de manifiesto por el brillo de sus luces vistas desde le espacio, frente a la pobreza de otros países que se presentaban oscuros.
La falta de formación de técnicos y responsables políticos en la toma de decisiones sobre iluminación urbana no ha contribuido a una gestión razonable de este recurso, primando los criterios de eficiencia energética frente a los medioambientales y de salud. Estudios científicos9 que han analizado la evolución de la contaminación lumínica en el mundo entre 2012 y 2016 advierten de que esta crece un 2,2% anualmente, coincidiendo este periodo con el cambio masivo de las luminarias a la tecnología LED, lo que ha conseguido reducir el consumo, pero no la contaminación ya que no se han tenido en cuenta el tipo de luz necesaria o la cantidad en cada caso. En las últimas décadas, las políticas de sostenibilidad han invertido, y siguen invirtiendo, grandes cantidades de dinero público en mejoras de eficiencia. Sin embargo, a día de hoy, no hay demostración empírica a gran escala de que las mejoras de la eficiencia conduzcan a una reducción del consumo de recursos. Esta es la llamada Paradoja de Jevons, que afirma que a medida que el perfeccionamiento tecnológico aumenta la eficiencia con la que se usa un recurso, es más probable que se produzca un aumento del consumo de dicho recurso que una disminución, es decir, que al aumentar la eficiencia disminuye el consumo instantáneo, pero incrementa el uso del modelo, lo que provoca un incremento del consumo global.
La buena noticia es que la contaminación lumínica y sus efectos, no perduran en el tiempo ni son acumulables en el medio. Así, una vez desaparece la fuente, desaparecen los efectos. Además, la solución más inmediata y de más impacto, que sería la concienciación ciudadana y la formación de personal técnico y responsables políticos, no supondría ni mucho menos la enorme inversión de otras medidas llevadas a cabo en la actualidad.
Con una correcta legislación que recogiera todos los aspectos que influyen en la contaminación lumínica, una aplicación eficaz de dicha legislación y un compromiso por el control de la misma como el que se lleva actualmente con las emisiones de CO2, todo ello junto con la sensibilización y formación de la sociedad, nos llevaría a un escenario futuro de eliminación de este problema ya no tan desconocido sino bastante ignorado hasta ahora.
2Normativa sobre contaminación lumínica. Junta de Andalucía
3Mapa de contaminación lumínica
10 La NASA muestra el ‘agujero negro’ de Corea del Norte. Artículo europapress.
Otra referencia: Grupo de trabajo. Contaminación lumínica. Congreso Nacional de Medio Ambiente (CONAMA)