Jordi Sunyer, jefe del Programa de Infancia y Medio Ambiente del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por La Caixa, ha coordinado recientemente una investigación donde se ha buscado un vínculo entre la contaminación atmosférica en las grandes ciudades y la modificación en una zona del cerebro conocida como cuerpo calloso. Esta alteración se relaciona con trastornos del neurodesarrollo como en de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y el del Espectro Autista (TEA).
En dicha investigación se han medido los niveles de contaminación en las escuelas y el alumnado afectado son casos de exposición prenatal crónica a partículas ultrafinas que no exceden el valor límite que establece la UE. En colaboración con el la Unidad de Resonancia Magnética del Hospital del Mar, se han analizado los daños cerebrales de estos individuos, cuestión que en un futuro servirá para ayudar a predecir y tratar problemas conductuales que suelen diagnosticarse tarde.
Y es que la contaminación puede pasar factura a la salud antes de nacer, desde que el bebé crece en el vientre materno. Un nuevo estudio del proyecto BREATHE (Brain Air School Investigation) alerta de que la exposición a la contaminación durante el embarazo puede tener un impacto negativo en el cerebro y favorecer trastornos de comportamiento.
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