Esta semana rescatamos un artículo publicado en nuestro boletín en 2016. Al hilo del artículo que recoge los resultados de un estudio llevado a cabo por ISGlobal sobre la influencia que tienen las zonas verdes en el desarrollo cerebral, recogemos esta reflexión sobre el diseño urbano cada vez más frecuente en nuestras ciudades y su influencia en nuestra salud y calidad de vida.

 

La magia de las palabras

Recuerdo la primera vez que escuché a una persona adulta haciendo magia con las palabras. Se trataba de la “seño” y se le daba bien mantener hechizada a una clase de treinta pequeños seres de nueve años. Aquella ocasión se me quedó grabada porque el conjuro impactó en mi cabecita infantil despertando cientos de preguntas aunque era sencillo, tan sólo dos palabras. Estábamos en la clase de “sociales” y nos explicaba lo que eran las ciudades, los pueblos, cómo habían surgido, etc. Era como un cuento, desde la prehistoria y sus cuevas, pasando por la Edad media y sus murallas hasta que llegando a tiempos modernos, dijo las palabras clave: “ciudad dormitorio”.

Aquello me sonó a la vez asombroso y ridículo: ¿qué hacía la seño, una persona que lo sabía absolutamente todo, juntando dos palabras que no tenían nada que ver?, ¿y por qué esas dos palabras? ¿una ciudad que era un dormitorio, llena de camas o cómo? Cuando pasó a explicar su significado todo fue a peor ya que la explicación, lejos de resolver nada, incrementaba mis preguntas: Una ciudad a la que la gente sólo va a dormir, porque trabajan y pasan el día en otro sitio, en el centro de la ciudad grande.

Yo, que recorría andando el escaso trayecto desde casa al cole con la única compañía de mis amig@s desde edad muy temprana y algunas veces iba a las tiendas del barrio a hacer recados para mi madre, no era capaz de concebir semejante barbaridad. ¿Y los niños? ¿no hay niños en esa ciudad? ¿o están solos? ¿y qué hacen todo el día? ¿y por qué no hay trabajos en esa ciudad? ¿y la gente no descansa? ¿no salen a pasear ni van a jugar al parque con sus hijos? ¿y si no hay más que casas, dónde compra la gente?.

Tuve la suerte de crecer en una ciudad mediana, cerca del centro, con el colegio a pocos metros de casa y un parque enfrente al que íbamos a jugar sin mayores que nos vigilaran. Ahora ese parque está invadido de “runners” y hace mucho que no veo grupos de niños aprendiendo a hacerse mayores mientras hacen el cafre, ríen, corren, sudan, se llenan de morados los espinillas y se destrozan las rodillas o los codos. Todo se podía hacer andando: ir al médico, al cine, a comprar, a dar un paseo, a “hacer gestiones” como decía mi padre…..El coche tan sólo se usaba para los viajes, los fines de semana cuando íbamos al campo o cuando había que ir lejos, al otro extremo de la ciudad.

Aquel hechizo de las dos palabras inconexas sin duda es el reflejo de algo complejo y fundamental: cómo inventamos las ciudades, los sitios donde vivimos. Nuestra salud y las relaciones dentro de la sociedad reflejan la forma del lugar donde habitamos. Cada vez más gente vive en ciudades dormitorio de las que sólo pueden salir cómodamente en coche, por lo que suele haber más de un coche por familia, o un coche y una moto. Sus trabajos y los colegios de sus hijos están lejos y pasan mucho tiempo en atascos. Hay más contaminación y ruido. El día se va sin dejar tiempo para pasear o ir al parque o a las tiendas del barrio a “hacer recados”, aunque tampoco hay ya tiendas en el barrio sino grandes áreas comerciales a las que sólo se llega en coche. La actividad física ya no es consecuencia natural de las tareas del día a día o de ir a pasear o jugar, sino de coger el coche otra vez para correr en una cinta o seguir una coreografía dentro del gimnasio, pareciéndose todo cada vez más a lo que vemos en las películas americanas.

He visto desde entonces muchas ciudades dormitorio y ahora vivo en un “barrio dormitorio” de otra ciudad mediana. He aprendido que no es malo querer vivir fuera del centro de la ciudad, hay menos ruido y menos tráfico y por lo general las casas tienen más espacio. Y en el parque de mi barrio-dormitorio he vuelto a ver niños solos jugando o paseando a sus perros. Pero cada vez que visito la ciudad en la que me crié veo los terroríficos atascos que se forman cuando la gente acude desde sus barrios y pueblos-dormitorio a sus trabajos, a los colegios de sus hijos, a pasar tiempo de ocio en el casco histórico o en los grandes centros comerciales que surgen sin parar en las afueras.

El día 4 de Mayo se celebró el día de Jane Jacobs, urbanista norteamericana que desde los años 50 criticó duramente la tendencia hacia el uso disperso del territorio y la articulación de las ciudades mediante autopistas, consiguiendo parar con su activismo la construcción de una red de autopistas en Canadá. El uso mixto que active las calles a diferentes horas del día, los edificios bajos que permitan permeabilidad peatonal, los edificios de diferentes antigüedades y estados y la densidad son los cuatro puntos clave que señalaba para crear diversidad a la vez que oportunidades económicas.

Sin duda y aunque no es una tarea fácil, tendremos que encontrar el equilibrio entre las dos opciones de inventar una ciudad, de forma que las personas puedan tener la oportunidad de vivir en un lugar que no suponga un menoscabo para su salud ni impactos creciente para el medio ambiente. No nos bastará la magia de las palabras sino que serán necesarias voluntad política y participación ciudadana.

 

Virginia Ballesteros Arjona, técnica de salud y medio ambiente, OSMAN